En 1916, Albert Einstein predijo que los agujeros negros o las estrellas de neutrones liberan parte de su masa en forma de energía a través de lo que se conoce como ondas gravitacionales. Un siglo después, en 2016, fue posible detectarlas, y se comprobó que eran reales, algo de lo que incluso Einstein llegó a dudar. El físico alemán dedicó los últimos años de su vida a conseguir una teoría unificadora que explicase el universo. Ahora, un artículo que se acaba de publicar puede ayudar a entender mejor las ondas gravitacionales y saber si tienen un papel en esa teoría del todo añorada por Einstein.
Un modelo computacional encuentra un vínculo entre la observación de las ondas gravitacionales y la teoría de cuerdas
Esto va (d)espacio: el sueño de Einstein, cada vez más cerca
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Un modelo computacional encuentra un vínculo entre la observación de las ondas gravitacionales y la teoría de cuerdas

En 1916, Albert Einstein predijo que los agujeros negros o las estrellas de neutrones liberan parte de su masa en forma de energía a través de lo que se conoce como ondas gravitacionales. Un siglo después, en 2016, fue posible detectarlas, y se comprobó que eran reales, algo de lo que incluso Einstein llegó a dudar. El físico alemán dedicó los últimos años de su vida a conseguir una teoría unificadora que explicase el universo. Ahora, un artículo que se acaba de publicar puede ayudar a entender mejor las ondas gravitacionales y saber si tienen un papel en esa teoría del todo añorada por Einstein.
Los científicos han creado un modelo matemático que describe con un nivel de detalle sin precedentes cómo se generan las ondas gravitacionales cuando objetos descomunales como los agujeros negros se acercan sin llegar a chocar. Esto servirá para que detectores como el terrestre LIGO y el futuro observatorio espacial LISA detecten mejor esas arrugas del tejido espaciotemporal del que está hecho el cosmos y ayuden a interpretar los fenómenos que las producen.
Pero hay más, porque cuando los científicos analizaban estas características de las ondas gravitacionales, encontraron algo inesperado. En los modelos computacionales de aquel fenómeno físico aparecieron unas estructuras matemáticas muy complejas, que no se habían logrado conectar con la realidad.
Sobre la firma

Daniel Mediavilla es cofundador de Materia, la sección de Ciencia de EL PAÍS. Antes trabajó en ABC y en Público. Para descansar del periodismo, ha escrito discursos. Le interesa el poder de la ciencia y, cada vez más, sus límites.
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